La Dama De Negro
Cuando
quiso darse cuenta ya era demasiado tarde. Vivía en una pequeña casa de las
afueras teniendo a la soledad como única compañera. Allí, sin que nadie le
mirase, una copa de vino medio llena le recordaba que ya habían pasado los
mejores años de su vida. El juego estaba terminando, y ahora sólo quedaba
esperar.
Los
días huecos precedían a noches vacías, y las hojas del calendario marchitaban
mientras miraba por el balcón con la esperanza de que alguien le rescatase de
sí mismo, de que llegase un momento en el que todo por fin hubiera merecido la
pena, un momento en el que alguien le explicase cuál era el origen de todo ese
sufrimiento que se agarraba a su pecho sin la menor intención de soltarle.
Pero
solo encontró tormenta.
No
había paz para los cobardes como él, para aquellos que decidieron escudarse pensando
que, por arte de magia, el mañana sería mejor. No había paz para los que por
querer ganar sin arriesgar lo acabaron perdiendo todo. Y tal vez eso es lo que
él merecía, lo que realmente necesitaba: una angustia que le hiciera sentir que
estaba vivo porque tampoco tenía más opciones. Ya no le quedaba nada y sólo
podía esperar a que comenzase bajo la tormenta la coda final del último
movimiento de su vida.
Fue
entonces cuando alguien llamó a la puerta, y al abrir encontró a una hermosa
dama con un vestido negro mirándole sonriente desde el otro lado.
-
Pasa, por favor. – Dijo a la dama. – Te estaba esperando.
Ella
se acercó y le dio un beso en los labios. Así, a pesar de la tormenta, él no
encontró mejor manera para despedirse de este mundo.
" Para ambientar mejor este relato el autor aconseja escuchar y leer"
Álvaro Funes
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